Silicon Valley es actualmente el polo tecnológico del mundo. Es mundialmente conocido. Ahora. Pero no siempre fue así.
Silicon Valley es la denominación que recibe el espacio que abarca la parte sur de la Bahía de San Francisco, más concretamente el Valle de Santa Clara y cuya ciudad más importante, en población, es San José. El lector también habrá oído hablar de otras ciudades como Palo Alto, Menlo Park, Mountain View y Sunnyvale, entre otras.
Esta zona era agrícola por excelencia hasta que una familia de empresarios ferroviarios creó una universidad en homenaje a uno de los hijos. Estoy hablando de la Universidad de Stanford y el año es 1891.
Esta universidad, desde el principio, promovió una filosofía de trabajo que daba orientación empresarial a la investigación científica. El principio, que se mantiene hasta la fecha, es muy claro: se intentan solucionar problemas de la sociedad a través de la investigación científica y con una conexión cercana, muy cercana, al mercado.
En 1946 se fundó el Stanford Research Institute (del que surgen invenciones como el módem o el mouse) y en 1950 IBM se instala en la región.
A partir de aquí, todo fue mucho más rápido: circuitos integrados en los 60, ordenadores personales en los 70 y en los 80. Y en los 90 el software necesario para estos ordenadores e internet.
Hasta ahora. La revolución digital.
Hace un par de años una veintena de empresarios de distintos sectores se desplazaron desde España hasta Silicon Valley con el objetivo de captar soluciones que después pudieran replicar en su entorno empresarial o económico (el periodista José Orihuel lo explicó con detalle en un artículo de Expansión publicado por entonces).
De ese artículo, extraigo los siguientes principios que explican porqué esta zona geográfica es una de las zonas más dinámicas del planeta.
El primero es el deseo de aprender junto con un optimismo desbordante. “Optimismo no solo sobre ellos mismos sino sobre los demás”, comenta Marten Mickos, directivo de origen finlandés entrevistado en el artículo original.
El segundo es considerar el fracaso empresarial como un paso necesario en el camino hacia el éxito. Eso sí, siempre que se falle rápido. Es decir, que se detecte rápido el error, y se utilice como fuente de retroalimentación.
El tercero es contribuir a una mejor calidad de vida, concepto a partir del cual surgió el World Cup Tech Challenge, que es una competición entre start up para proponer soluciones con una base tecnológica a problemas reales de la sociedad.
Bajo este último concepto, hace algo más de dos años, Ciudadanos en Ávila llevó por primera vez en un programa electoral, en concreto en su página 25, la siguiente propuesta:
Creación del “RETO Ayuntamiento de Ávila” para emprendedores del segmento “start up” o empresas del conocimiento.
Esta propuesta fue incluida como el punto octavo del Acuerdo para el Apoyo en el Pleno de Organización firmado entre el Grupo Municipal de Ciudadanos y el Grupo Municipal del Partido Popular, con el siguiente literal:
“Nuevas actividades que impulsen la Economía del Conocimiento como la Creación del “RETO Ayuntamiento de Ávila” para emprendedores del segmento “start up” o empresas del conocimiento”
De forma consistente con esto, en los presupuestos para el ejercicio 2016 y para el 2017, el Grupo Municipal de Ciudadanos realizó sendas enmiendas a los presupuestos del partido popular para hacer realidad el Reto Tecnológico.
Finalmente, dos años después de iniciar este camino, el Reto Tecnológico Ávila Advance es una realidad en Ávila. Este reto es un primer paso para cambiar el modelo productivo de nuestra capital, centrado en el sector servicios, a otro más diverso que incluya la economía del conocimiento y, por qué no, la industria 4.0.
Este Reto es el primer paso de un camino largo, que todos a una, como ciudad, debemos recorrer para evitar la dependencia del turismo y la precariedad que conlleva. Es una travesía larga, pero con recompensa que merece el esfuerzo, que permitirá retener talento, y evitar la despoblación y el envejecimiento.
Para conseguirlo, debemos aplicar los principios de Silicon Valley, no por nada, solo porque han funcionado. Y las cosas que funcionan hay que utilizarlas.
Aprendamos, formémonos con optimismo. Aceptemos el fracaso como parte del proceso y no lo utilicemos como arma arrojadiza.
Tengo 41 años, soy abulense, y sé que no somos los más optimistas y que en ocasiones parece que uno no puede ser profeta en su tierra. Pero, esto es, precisamente, contra lo que debemos luchar.
Contra el conformismo.
Contra el pesimismo.
Contra la parálisis.
Ávila no es el Silicon Valley de España, y es muy probable que no lo sea nunca, pero hace no hace tanto tiempo el valle de Santa Clara tampoco lo era. Todo es cuestión de estrategia, foco y voluntad por parte de todos. Pongámonos a trabajar.
José Carlos Álvarez, concejal de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Ávila
* Artículo de opinión publicado en Diario de Ávila el sábado 29 de julio de 2017: 20170729152143628