Cambio climático. Dos palabras que estos días copan los titulares de los medios de comunicación y el trending topic de las redes sociales gracias a la celebración a un centenar de kilómetros de nuestra ciudad, en Madrid, de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la COP 25. Una conferencia que va mucho más allá de la presencia de la joven activista Greta Thunberg y que tuvo como antesala el reconocimiento, por parte del Parlamento Europeo, de la emergencia climática.

Quienes profesional o personalmente seguimos con interés las cuestiones medioambientales, a menudo asistimos perplejos al hecho de que una parte de la sociedad aún entiende la preservación medioambiental como una moda pasajera o como un lujo, algo que cuesta dinero y nos es ajeno.

Sin embargo, las nuevas generaciones vienen pisando fuerte y son más conscientes de la realidad de la salud medioambiental de nuestro planeta, fruto de la labor educativa de muchos docentes y personas implicadas en trabajar por un futuro mejor desde la concienciación ambiental con base científica. Con su implicación en el reciclaje, las recogidas de residuos, el consumo responsable y consciente, el éxito de los Friday for Future o las huelgas por el clima nos lo demuestran día a día.

No. Trabajar, planificar y proyectar en pro del medio ambiente no es un lujo o una moda. No lo es. Es una necesidad para el presente y sobre todo para el futuro. El lujo que pagarán nuestros hijos es el derroche de recursos naturales. El cambio climático afecta ya a nuestra salud. Y a nuestro bolsillo: se encarecen los alimentos, el agua escasea y se vuelve cada vez menos asequible y aumentan los gatos derivados por catástrofes meteorológicas.

Ante este panorama, lo que hace años parecía una decisión altruista (contribuir a paliar el cambio climático) es hoy una urgencia social, que desde la política cuesta afrontar por la transversalidad y el calado de las medidas que son necesarias. La emergencia climática es una realidad, los efectos están ya aquí y gran parte son irremediables. Desde todos los niveles debemos trabajar para cambiar esta tendencia suicida de inacción, o de pequeñas acciones simbólicas, por una acción decidida de neutralidad de carbono.

Seguiremos emitiendo CO2 y otros gases de efecto invernadero, pues respiramos y comemos, pero debemos tratar de compensar y reciclar, como ya hace la naturaleza, todas las emisiones que no podamos evitar. Y es que el concepto de economía circular es el mejor modelo de crecimiento económico que podemos implementar. Aún hoy, estamos viviendo de las rentas de países que tienen un menor desarrollo y de la capacidad de la biosfera de absorber nuestros excesos, pero la gota que colma el vaso está cada vez más cerca.

El Parlamento Europeo ha aprobado una resolución que declara la “emergencia climática y medioambiental” en la UE con una amplia mayoría. Las Naciones Unidas trabajan estos días en la COP25 para tomar medidas coordinadas a nivel mundial. Muchos políticos y técnicos estamos trabajando con seriedad para lograr soluciones aplicables y sostenibles. Pero es importante que todos contribuyamos a que la inmediatez electoral, por desgracia cada vez más acusada, no nuble el juicio de nuestros políticos; que les incentive para que vean recompensada la toma de decisiones que, en un momento, puedan suponer un esfuerzo como obligaciones e impuestos (no todo pueden ser subvenciones en la política sostenible), porque si se hacen en la dirección correcta serán una inversión que nos permitirá cosechar competitividad, resiliencia y estabilidad cuando los efectos del cambio climático y las normativas por venir azoten con más intensidad en los próximos años.

Que Von der Leyen, la primera mujer que preside la UE, tenga la lucha contra el cambio climático como uno de los ejes clave de su próximo mandato nos viene a recalcar que, de este lado del charco, una parte mayoritaria de la población queremos dejarnos de resoluciones y papeles grandilocuentes (que ayudan pero poco) y pasar a la acción. Es un gran cambio, pero solo los valientes dispuestos a cambiar el orden establecido, dejando atrás el continuismo, han alcanzado los grandes logros de la humanidad.

En nuestro Parlamento autonómico, VOX se permitía emular a Donald Trump con la táctica del avestruz, escondiendo la cabeza en un agujero para negar la evidencia científica del cambio climático. Mejor nos irá emulando a Greta Thunberg, con la filosofía de que los liderazgos se ganan, generando respeto y actuando desinteresadamente, y que cualquier contribución suma.

En este punto, debo destacar que Castilla y León es la primera Comunidad Autónoma española en producción de energía de origen renovable, con un 22 % del total nacional. De hecho, es una de las seis comunidades autónomas en las que más de la mitad de la producción energética proviene de renovables. Pasos que avanzan en la consecución de políticas reales de lucha contra el cambio climático.

No podemos dejar que lo inmediato sea enemigo de lo importante, las urgencias hay que atenderlas, pero debemos reservar un espacio para las decisiones a largo plazo. Los políticos deberemos encontrar el espacio para guiar este cambio, imprescindible e irrenunciable, con la implicación, indispensable, de todos los ciudadanos.

Inmaculada Gómez Jiménez

Procuradora de Ciudadanos por Ávila en las Cortes de Castilla y León y doctora en Ciencias Ambientales